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lunes, 14 de junio de 2010
La pluma de un periodista puede reflejar la grandeza del alma humana
A juicio del Papa Benedicto XVI, en tiempos en los que la profesión periodística sufre muy de cerca el relativismo moral que invade buena parte de la sociedad, el Beato Lolo es un faro que ilumina la hermosa tarea de comunicar, aún en medio de oscuridades, pues nos supo mostrar, con su vida y obra, que la pluma de un periodista puede reflejar la grandeza del alma humana cuando se pone al servicio de la verdad y de las causas nobles.
Benedicto XVI ha tenido este domingo unas palabras de recuerdo y admiración para Manuel Lozano Garrido, conocido popularmente como Lolo, que fue beatificado el sábado en su ciudad natal, la localidad jienense de Linares, durante la celebración de una Eucaristía a la que asistieron miles de personas.
Lolo, como ha reconocido el Papa, es un ejemplo para todos los periodistas.
Fue un joven de Acción Católica, periodista y escritor, pero por encima de todo fue un comunicador de la alegría del Evangelio, aún desde las enormes limitaciones de su condición física, porque desde los 22 años una parálisis progresiva le sentó en una silla de ruedas hasta el día de su muerte.
Contemporáneo nuestro, Lolo, que murió en 1971, afrontó la dura prueba de la enfermedad, desde la fortaleza de la fe, con un amor inquebrantable a Dios y a los hermanos.
Dicen los que le conocieron que hacía vivir la alegría en el dolor y que era capaz de vivir de forma ordinaria los acontecimientos extraordinarios que le sucedieron en su vida.
Los periodistas podemos encontrar en él un testimonio de coherencia cristiana y un ejemplo de cómo la creencia en el bien da frutos fecundos.
DATOS SOBRE LA VIDA DE 'LOLO' Manuel Lozano Garrido, conocido popularmente como 'Lolo', fue cristiano y periodista. Nació en Linares (Jaén, España) en 1920. A los 22 años sufrió un ataque de reumatismo articular progresivo que al poco tiempo lo postró en una silla de ruedas. Ello no le quitó la alegría de saberse hijo de Dios y cuando la enfermedad le paralizó su manó derecha aprendió a escribir con determinación con la izquierda y más tarde con la boca. Finalmente perdió también la vista. Preguntado en una ocasión tras una visita a Lourdes si había implorado a la Virgen por su curación respondió: "Pero, ¡cómo iba a ser tan egoísta que pidiese mi curación habiendo allí tal cantidad de enfermos que la necesitaban más que yo!". Escribió numerosos libros y artículos. Murió sin perder nunca la esperanza en 1971. Su proceso de beatificación se inició en 1994.
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