El ejercicio serio y responsable de la comunicación, que debe realizarse sin favor ni temor y que cuenta con el periodismo crítico como una formidable herramienta de defensa del interés general, requiere observar principios éticos y deontológicos de forma estricta e invariable.
Ignorar o desconocer esos valores puede en ocasiones llevar a desnaturalizar o deformar los elementos y objetivos fundamentales que deben caracterizar el buen periodismo.
El apego a la verdad y a su búsqueda e identificación para dar la debida sustentación a informaciones y comentarios, un proceso que exige extremo cuidado y que no admite ligerezas, puede cumplirse cabalmente sin recurrir a ofensas o irrespetos.
Por tales consideraciones coincidimos plenamente con la advertencia del arzobispo metropolitano de Santiago, monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio, en cuanto a los peligros que surgen cuando la ética no se observa en el ejercicio de la comunicación.
El prelado llama sicarios morales a quienes incurren en esa falta, porque pueden causar irreparables daños a la reputación de personas aludidas.
Las palabras de monseñor de la Rosa y Carpio deben ser motivo de serena reflexión porque están dirigidas a evitar desvaríos y garantizar la respetabilidad de la prensa.
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